Cooperación en Cutervo-Cajamarca (Perú) y Yoff (Senegal)

viernes, septiembre 08, 2006

Ayer tuve la ocasión de entender con claridad los efectos devastadores que provoca el analfabetismo en la población rural y la importancia de combatirlo para salir de la extrema pobreza. Los círculos de alfabetización integran a unas 25 mujeres analfabetas por comunidad. El analfabetismo en la mujer es un problema muy grave en las comunidades rurales ya que a la mujer se la margina desde niña en la educación, bien por la ignorancia de sus padres -también analfabetos-, bien por cuestiones de tipo económico ya que éstas ayudan desde niñas tanto en las labores del campo como en las de la casa. El analfabetismo convierte a las mujeres en seres extremadamente vulnerables. Cuando visité los círculos de varias comunidades tuve la misma impresión. Todas las mujeres presentaban el mismo perfil. Ellas, las mujeres campesinas, son retraídas, tímidas, tienen muy baja o ninguna autoestima y son muy frágiles. El analfabetismo le ha robado un cachito de su dignidad como seres humanos y como mujeres. Y las madres analfabetas educan niñas analfabetas. Es muy difícil romper ese círculo.

Las mujeres que no saben leer ni escribir tampoco conocen sus derechos, ni que existen otras realidades. Son analfabetas de la vida. El analfabetismo las condena, las esclaviza a la misma vida precaria que llevaron sus padres y madres. A una vida dura, brutal. Tan dura que hace parecer a una mujer de veinticinco veinte años mayor. Esto me impresionó muchísimo. Las mujeres de cincuenta parecía que tuvieran setenta y las de veinticinco, cuarenta y cinco. Es impactante conocer a mujeres más jóvenes que yo y con un físico tan deteriorado y un intelecto poco o nada estimulado.

Pero no todo es negativo. En los círculos se sentían las ganas, la ilusión de las mujeres por aprender, por conocer otros horizontes, otra vida. Sin embargo, es un trabajo arduo. Los facilitadotes de Reflect calculan que son necesarios unos tres años para que aprendan las nociones básicas de la lecto-escritura. Algunas mujeres parten de cero, otras tuvieron la oportunidad de asistir a algunos cursos de la primaria. A la mayoría hay que habituarlas al movimiento simple de muñeca que supone el escribir. Lo que a nosotros nos parece tan espontáneo es para ellas otra gran barrera que superar. Pero son valientes y la superan. Poco a poco empiezan a despertar, a ser conscientes de su dignidad como personas y como mujeres, a reconocer su trabajo en la familia y en la comunidad. Empiezan poco a poco a reclamar sus espacios y a entender que educar a una niña es educar a toda una familia. Hay que seguir trabajando
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